Es solamente cuestión de tiempo para que Estados Unidos reduzca su dependencia del petróleo extranjero a menos del 25 por ciento (frente al 61 por ciento en el 2006).
La mayoría de la gente piensa que una verdadera guerra de petróleo se realiza con tanques M1A1 Abrams, barriendo fuego a través del desierto. Pero las guerras reales de la energía se libran en diferentes frentes. Una de ellas es la que ya tiene lugar dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep). Otra, no menos encarnizada, se lleva a cabo entre Arabia Saudí y Estados Unidos.
Por una parte, el cártel petrolero se ha dividido por la mitad sobre las decisiones de oferta. Y eso ha creado una grieta estructural en la cubierta exterior de acero del cartel. Más que la caracterización de sus miembros en ‘halcones’ como Irán y Venezuela, por un lado, y ‘palomas’, por otro, liderados por Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, lo que observamos es la transición de un cártel a una asociación de compadres o simple club de productores.
La producción de la Opep hoy es de 30,4 millones de barriles por día. Entre julio del 2014 y julio de 2015, los ingresos netos de la Opep de exportación de petróleo crudo superaron 1.400 millones de dólares. Para el mismo periodo, los menores precios del petróleo empujarán hacia abajo este valor de las exportaciones de crudo de la Opep a alrededor de 900 mil millones de dólares; una caída de alrededor de 500 mil millones de dólares.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) piensa que la Opep no reducirá la producción como parte de su predicción de guerra de precios con Occidente. Por lo tanto, dos cosas amenazan y están causando la crisis de la Opep: que a países como Arabia Saudí les resulte más benéfico actuar por fuera que por dentro del cartel y que su mayor competidor sea –ahora– su mejor aliado: Estados Unidos. El Ministro de Petróleo de Arabia no estaba bromeando cuando dijo que el auge de shale gas (gas de esquisto) es una grave amenaza para la economía saudí.
Las empresas estadounidenses están extrayendo alrededor de 8,5 millones de barriles de petróleo por día y se prevé que aumentara a 9,5 millones de barriles el próximo año (según el último informe de Energy Outlook de la Energy Information Agency de Estados Unidos).
Es solamente cuestión de tiempo para que Estados Unidos reduzca su dependencia del petróleo extranjero a menos del 25 por ciento (frente al 61 por ciento del 2006).
En el sector de la energía, las importaciones netas ya solo representan alrededor del 10 por ciento del consumo total de energía de Estados Unidos (Como se puede observar en el gráfico).
Por el lado de la demanda, la EIA pronostica que el consumo total declinó en el 2014 y que aumentará en menos del 1 por ciento en el 2015. Como era de esperar, esto pone una presión a la baja sobre los precios del WTI, que se cotiza actualmente en un promedio de 54,58 dólares por barril. A todo este fenómeno se refería, recientemente, el presidente de ExxonMobil cuando dijo que Estados Unidos estaba en un “momento de transformación en la historia de la energía”.
Como siempre, hay inconvenientes que acompañan las buenas noticias. Cualquier caída sostenida de los precios dará lugar a una considerable desaceleración de la actividad por parte de los perforadores de shale gas en Estados Unidos.
De hecho, los analistas del Banco Deutsch aseguran que si la Opep no logra reducir la producción (y continúa su guerra de precios contra Occidente), alrededor del 9 por ciento de la producción de petróleo de Estados Unidos se detendría por no económica. Si los precios caen por debajo de 30 dólares, esa cantidad se podría elevar a 40 por ciento. Como en cualquier duelo de Texas, bajo el sol del mediodía, todo se reducirá entre Estados Unidos y Arabia Saudí, en quién parpadee primero.
Rodrigo Villamizar. Profesor, University of San Diego y de IEB/Complutense/LSE de Madrid