Si hoy usted sale a la calle y pregunta quién inventó la electricidad, la mayoría le dirán que Thomas Edison. Nada más lejos de la realidad, el verdadero padre de la electricidad tal y como la conocemos hoy fue el ingeniero de origen serbio Nikola Tesla, un genio del siglo XIX y principios del XX que también sentó las bases para la creación de la radio, un invento que habitualmente se atribuye al italiano Marconi.
Las maravillas de Tesla van aún más allá. Este maestro de la mecánica, la electricidad, las matemáticas y el diseño nacido en 1856 en Smiljan (actual Croacia) llegó a registrar más de 700 patentes, muchas de las cuales son auténticos prodigios que han resultado determinantes para el progreso tecnológico: inventó el control remoto, realizó estudios sobre los rayos X y sus aplicaciones en medicina, creó las primeras lámparas de bajo consumo, sentó los principios teóricos del radar, realizó innovadores diseños de velocímetros para automóviles… Gracias a todos sus trabajos fue pionero en la robótica, en el desarrollo de aviones de despegue vertical y en transmisión inalámbrica de electricidad.
Y, a pesar de todos estos logros asombrosos, sus méritos suelen atribuirse a otros y su nombre sigue siendo muy desconocido para el gran público. Con objeto de redescubrir la figura de Tesla, la Fundación Telefónica ha organizado la exposición Nikola Tesla: suyo es el futuro, un completo recorrido por la vida y obra del personaje que podrá verse en Madrid hasta el próximo 15 de febrero. “Los inventos de Tesla están en la base de nuestra civilización tecnológica. Sin su sistema de generación y distribución de corriente alterna no podríamos enchufar nada a la red, sin su motor eléctrico no tendríamos lavadoras ni muchos otros aparatos que nos rodean”, explica entusiasmado Miguel Ángel Delgado, comisario de la exposición y autor del libro Tesla y la conspiración de la luz.
Según Delgado, “hay méritos más que suficientes para reivindicar a Tesla una y mil veces” ya que, además de sus muchas invenciones, “fue un hombre que se anticipó a su tiempo y ya en 1900 alertaba de la necesidad de no agotar los combustibles fósiles y encontrar fuentes de energías alternativas como la solar, la eólica y la generada por las fuerzas de las mareas”. Consideraba a las mujeres más inteligentes que a los hombres y auguraba que acabarían teniendo un papel mucho más importante en la sociedad, pensaba que una mente sana debía ir acompañada de un cuerpo sano y una buena alimentación… “Tesla tuvo muchas intuiciones de cómo iba a ser nuestro mundo globalizado”, asegura Delgado.
Pero, ¿cómo un hombre tan prodigioso pudo acabar relegado a un segundo plano o incluso completamente desaparecido del legado científico y cultural del ser humano? El motivo más conocido es que, durante sus años de mayor lucidez “se granjeó muchos enemigos que después, en el momento de su declive, saltaron encima de él y consiguieron que su nombre no apareciera en los libros de ingeniería”.
La guerra de las corrientes
El caso más conocido es el de su enfrentamiento con Thomas Edison, con el que empezó a trabajar en 1884. Edison, que tenía un método de trabajo empírico basado en el ensayo y error, nunca llegó a tener una buena relación con Tesla, mucho más científico y reflexivo en su forma de trabajar. La rivalidad no tardó en aflorar y dio lugar a lo que se conoce popularmente como la guerra de las corrientes, una gran disputa por demostrar el descubrimiento y la patente de la electricidad.
Edison defendía el sistema de corriente continua mientras que Tesla defendía el sistema corriente alterna. El primero no dudó en jugar sucio y recorrió Estados Unidos electrocutando animales (desde perros y gatos hasta un elefante) para demostrar los riesgos inherentes a la propuesta de su rival. A pesar de esta campaña de desprestigio, la corriente alterna se acabó imponiendo y a día de hoy se utiliza en todos los hogares.
Aunque Tesla ganó esta batalla, el prolífico inventor no obtuvo el reconocimiento del que sí gozó Edison, mucho más hábil desde el punto empresarial de relaciones públicas. “Edison sólo pensaba en inventos que pudiera comercializar. Si no se podía convertir en algo rentable, lo abandonaba. Tesla era casi lo contrario, él hablaba de revolucionar el mundo, pero no mostraba nada que pudiera atraer a los inversores”, comenta el comisario. “Tesla fue a veces su peor enemigo: regaló patentes a Westinghouse, le dio el 51% de las patentes presentes y futuras a JP Morgan cuando éste tan sólo pedía el 50%… Es obvio que le faltó un instinto empresarial que le habría ayudado”, añade.
Hubo muchos más factores que contribuyeron al olvido del inventor: su último gran proyecto —el sistema mundial para la trasmisión de energía eléctrica sin cables— fracasó, “y los perdedores no suelen ser muy recordados”; no dejó ninguna empresa detrás que mantuviera vivo su nombre —Edison dejó la General Electric—; no tuvo discípulos —Edison contaba con Henry Ford, quien dedicó mucho esfuerzo, dinero y entusiasmo en mantener vivo el recuerdo de su mentor—, no tuvo herederos…
“Además, en las últimas décadas, sus problemas mentales fueron a peor y Tesla se acabó convirtiendo en una caricatura de sí mismo, la del típico científico loco”, relata Delgado, quien comenta que tanto daño le hacen a la figura del inventor sus detractores como “los más fanáticos teslianos que defienden incluso sus excentricidades más surrealistas”.
El genio, que fue célibe para no enturbiar su pensamiento, tenía muchas manías y obsesiones que fueron a más que con el paso de los años: tenía fijación con el número 3, adoraba a las palomas (él mismo reconoce que una se convirtió durante un tiempo en lo más importante de su vida), odiaba las joyas, no soportaba el pelo humano, no permitía el contacto físico… Todas estas excentricidades no ayudaron a mejorar la imagen de un hombre que estaba condenado a permanecer a la sombra de otros más avispados.
Irónicamente, uno de los pocos premios que Tesla obtuvo en vida fue la medalla Edison.
Gran referencia cultural
Sus rarezas, su historia, su rivalidad con Edison —quien, según Delgado, “tan sólo fue el inventor de la bombilla, e incluso eso está en discusión”— conforman un personaje novelesco que ha ganado mucha popularidad en los últimos años. Su figura cada vez está más presente en la cultura pop y no es difícil encontrar referencias a Nikola Tesla en películas, series de televisión, cómics, videojuegos…
David Bowie interpretó al científico en la película de Christopher Nolan El truco final. En televisión, pueden encontrarse referencias a él en House, Studio 60, Padre de familia y Mentes crminales, entre otras muchas. Marvel lo ha convertido en un sorprendente personaje de cómic en su cabecera S.H.I.E.L.D. Y esa no es su única aparición en el mundo de las viñetas. Tesla es el protagonista de The Inventor y aparece en muchas otras historietas, algunas de ellas de DC Comics.
Es también uno de los personajes del videojuego de PlayStation 3 , Xbox 360 y PC Dark Void y aparece en múltiples novelas (Paul Auster, Thomas Pynchon, Erik Larson y Jean Echenoz son solo algunos de los escritores que han alojado en sus libros a este peculiar científico). Además, no es difícil encontrar ilustraciones, grafitis e incluso tatuajes inspirados en Nikola Tesla.
Parece que el tiempo y la cultura intentan hacerle justicia al genio olvidado.
Fuente: 20minutos