Celina Harpe tenía siete años cuando su abuelo hizo una predicción que le cambiaría la vida para siempre.
“¿Ves las plantas y agua que tenemos? Todo eso va a estar contaminado. Vas a tener que comprar agua y el agua es vida”.
Su declaración casi era ridícula en el momento, después de todo, la tierra parecía tan infinita. Pasarían décadas antes de que Harpe le diera algún valor a esas palabras.
Ahora a los 72 años, ella a visto a las compañías petroleras rodear a su pueblo con minas a cielo abierto del tamaño de la ciudad, con llamaradas de gas, chimeneas y el estallido constante de los cañones de propano en el horizonte. Las explosiones, que se escuchan como disparos de mortero, están hechas para espantar a las aves migratorias. Una muerte de petróleo les espera en el área tóxica del lago industrial, derivados del proceso minero.
Parece infernal, pero mientras las fuentes para obtener recursos petroleros fácilmente se secan o se vuelven complicados de conseguir, formas riesgos de lo que el escritor Michael Klare llama “energía extrema”, se vuelve la norma.
“Generalmente es aceptado que el petróleo barato y fácil de obtener se acabó”, dijo Brad Bellows, un vocero de Suncor Energy, pionera en el desarrollo del área que se conoce como “arenas petrolíferas” en Canadá. “El futuro del petróleo está en cosas como arenas petrolíferas o en aguas profundas, algunas de las áreas fronterizas y en algunos de los lugares más alejados del mundo”.
Hace un año, el desastre petrolero en el Golfo de México vislumbró los riesgos de esta tendencia. Mientras los pozos se secan en decenas de metros del océano, las plataformas petroleras ahora están en aguas con profundidades kilométricas, extendiendo los límites de la tecnología y seguridad.
Y las arenas petrolíferas canadienses, a casi 1,000 kilómetros al norte de Montana, se gastan enormes cantidades de energía para despejar los bosques boreales y excavar tierra que contiene hasta un 10% de bitumen, un tipo de crudo espeso que debe ser procesado varias veces antes de que se convierta en gasolina o turbosina.
Sacando petróleo de la tierra
Cuando la primer compañía petrolera llegó a la localidad canadiense de Fort McMurray, en Alberta, alrededor de 1967, la idea de exprimir petróleo de la tierra parecía un experimento científico arriesgado.
La empresa Sun Oil, ahora Suncor, taló árboles y excavó para obtener la mezcla de tierra y petróleo para procesarlo. Pero el precio del petróleo no era lo suficientemente alto, y otros suministros no eran todavía tan inaccesibles, para que este método de obtener petróleo fuera un negocio rentable.
A final de la década de los 1990 y principio de la del 2000, las cosas habían cambiado, y hoy con el petróleo vendiéndose a 108 dólares el barril, las arenas petrolíferas están en pleno apogeo. Un estimado de 170,000 millones de barriles de petróleo accesible están debajo de la región que cubre un área del tamaño de Florida.
Eso hace que las arenas petrolíferas sean el segundo abastecimiento más grande del mundo de reservas probadas de petróleo, detrás de Arabia Saudita.
Pero la gente de Fort McKay, que está rodeado de arenas petrolíferas se ha llevado la peor parte de su impacto, se ha intoxicado con el dinero que esa industria ha generado en la región. Los trabajos en las minas tienen salarios de 100 mil dólares al año.
Melissa Blake, alcalde del municipio de Wood Buffalo, que incluye a Fort McKay y otras comunidades del área, dijo que la industria ha ayudado a pueblos indígenas en su transición a la economía moderna.
“La comunidad de Fort McKay, por su cercanía, han tenido bastantes beneficios por parte de las compañías que fueron vecinas e intentaron ayudar a pasar de un estilo de vida tradicional a oportunidades del futuro”, dijo.
“Inevitablemente cuando tienes comunidades que han existido de cierta forma en todas sus generaciones anteriores, el cambio puede ser difícil”.
Las compañías petroleras emplearon a 1,600 personas de grupos indígenas en la región de Wood Buffalo en 2009, de acuerdo a The Oil Sands Developers Group.
Por ahora, el mundo demanda más energía y las arenas petrolíferas canadienses son un lugar seguro para obtenerlas.
‘No se lo podría quitar’
Harpe escuchó el sonido de camiones a las orillas del río.
De repente, estaba de vuelta con su abuelo, escuchando su aviso. “Tendrás que comprar agua. La madre tierra estará deshecha”.
El esposo de Harpe estaba ayudando a desarrollar las arenas petrolíferas. Siempre había sido bueno con las manos, así que tomó un trabajo para ayudar a construir un puente para la compañía petrolera en Fort McKay. Luego trabajó como operador de una grúa en una de las minas de arena petrolífera.
“Él amaba el tipo de trabajo que hacía”, dijo Harpe. “No le podía quitar eso, sabes. Nosotras las mujeres nativas, vemos por nuestros hombres”.
Luego, una noche, de regreso de su turno en la nueva mina, el marido de Harpe se cayó de la proa de un barco de transporte y se sumergió en el río Athabasca.
El era un buen nadador, pero las botas de plástico lo hundieron al fondo. Sola con cinco hijos por criar, Harpe empezó a creer.
Minas gigantes
Había una vez, un momento cuando se podía extraer petróleo de la tierra que estaba almacenada en burbujas inmensas, como vejigas, por debajo de la superficie.
El bitumen de Canadá está mezclado en la tierra. El proceso de extracción de la mezcla de petróleo y tierra es enorme y costosa.
Paso uno: derriba los bosques boreales para hacer espacio para las minas. Luego una pala del tamaño de una casa excava pedazos masivos de tierra, 100 toneladas a la vez.
Luego llegan los camiones más largos del mundo, que son tan grandes que hacen que sus conductores parezcan como si los hubiera encogido un rayo láser de caricatura.
Esos vehículos mamut llevan la tierra en cargas de 400 toneladas, haciendo marcas en el terreno, mientras se mueven de manera pesada por las carreteras hacia las fábricas que usan calor y presión para exprimir un barril de petróleo por cada dos toneladas de tierra.
En las minas, la operación es una versión de aceite de la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Fosas de tierra color cacao llegan hasta donde ve el ojo. Las paredes se ven pegajosas, como miel. La tierra se siente como chicle al tacto.
‘Teníamos una buena vida’
Harpe no podría recrear sus memorias de la infancia aunque quisiera. Todos sus recuerdos involucran a la tierra. Y mucho ha cambiado.
Ahora mucha de la fauna silvestre se ha mudado por el ruido de una industria que opera las 24 horas al día, iluminándose con reflectores de noche.
Estos días, Harpe no se acerca al río. No confía en los peces.
Niveles de metales pesados potencialmente peligrosos, incluyendo cadmio, cobre, plomo, mercurio, níquel, plata y zinc, fueron encontrados en el área minera, de acuerdo al reporte de Procedimientos de 2010 de la Academia Nacional de Ciencia.
Jessica Potter, una vocera del Ministerio de Medio Ambiente de Alberta, dijo que la calidad del agua no ha sido lo suficientemente estudiada para saber si las arenas petrolíferas están provocando la contaminación, y un reporte del Programa de Monitoreo Acuático Regional encontró que el gobierno provincial no ha hecho lo suficiente para monitorear la contaminación ambiental del área.
Plantas que tenían un valor medicinal ahora las dejan en los bosques porque espiritualmente están muertas, dice Marlene Orr, una ambientalista local y ex empleada de una petrolera.
“Se ha roto la identidad cultural de la gente”, dijo. “Lo que somos como nativos es gracias a nuestra tierra. Somos los guardianes del planeta tierra. Así que cuando empiezas a meterte con la tierra, te estás metiendo con la identidad espiritual de las personas”.
Pese a la falta de evidencia científica concluyente, los residentes de Fort McKay también se empiezan a preguntar si las arenas petrolíferas están envenenándolos.
Orr tiene fotos de llagas rojas llenas de pus que aparecieron en sus piernas después de meterse en el bosque cerca de la aldea. Un doctor local, John O’Connor, dice que ha visto un número exagerado de casos de cáncer en el área, algunos de los cuales podrían estar relacionados con la producción de petróleo.
El gobierno de Alberta dice que los malestares en comunidades cercanas a las arenas petrolíferas no son raras y no pueden relacionarse con la industria petrolera. Además, Health Canada demandó a O’Connor por supuestamente causar una alarma indebida por las enfermedades en el área. La demanda está por resolverse, de acuerdo a reportes de noticias locales.
Todo esto es demasiado abrumador para Harpe. Su hermana, Dorothy McDonald, quien era una de las defensoras ambientales más fuertes de la comunidad, y que intentó bloquear una carretera para prevenir que las compañías mineras llegaran a Fort McKay en la década de 1980, murió de lupus, una enfermedad autoinmune que ha sido relacionada en otros lugares de producción petrolera.
Cuando se le preguntó si atribuye este cambio a la industria petrolera, ella dijo, “Estoy totalmente segura”.
‘No puedo hacer nada para detenerlo’
Aún así, el petróleo le ha traído prosperidad a Fort McKay, y eso es algo que la gente no está dispuesta a perder.
Harpe dice que es inflexible en su oposición a las arenas de petróleo y no volvería a trabajar en la industria. Pero se casó con Ed Cooper, quien trabajó en las arenas petroleras hasta que se jubiló. Las perlas en su cuello y los lentes Versace en su cara hablan de los beneficios materiales que le dieron las compañías petroleras.
Lo cambiaría todo, dice, para que las cosas volvieran a ser como antes.
Desde su casa que da al río Athabasca, ella puede escuchar los cañones de propano ahuyentando a las aves de los lagos tóxicos. El aire adentro de su casa huele a gasolina y le da un dolor de cabeza constante, para lo que usan medicina prescrita. Se rodea de aromatizantes para intentar cubrir el hedor de petróleo, pero no funciona.
Ella intenta no pensar en todo eso. En su lugar, se concentra en coser mocasines desde el sillón en la parte trasera de su casa, por cinco o seis horas al día. Pero muchos días se pone a llorar.
Su esperanza dice es preservar el pasado. Le pidió a una de sus hijas, una artista, pintar un retrato de cómo se veía Fort McKay, lleno de árboles, pinos, alces y agua clara. Cazadores felices y sin enfermedades. Gente y su tierra. Así es como quiere recordar su pueblo.
Ella espera que la pintura, al menos, pueda pasarse a las próximas generaciones.
CNN