México produce tres tipos de crudo: el Maya-22 pesado, que constituye casi la mitad del total de la producción; el Istmo-34, ligero, bajo en azufre, que representa casi un tercio del total de la producción; y el Olmeca-39, extra ligero, aproximadamente la quinta parte del total de la producción.
Una importante proporción del petróleo mexicano proviene de la llamada sonda de Campeche, en el Golfo de México, en donde se concentra una capacidad de producción estimada en 15 mil millones de barriles de los 49.8 mil millones de barriles que constituyen la reserva nacional total (la segunda en el hemisferio occidental, después de Venezuela), dada a conocer por el Gobierno Federal en marzo de 1997. Otros centros de explotación se encuentran en Chiapas, Tabasco y Veracruz.
Aquí cabe señalar que, debido a la edad de los actuales yacimientos de crudo mexicano, especialmente los localizados en la sonda de Campeche, se puede observar cómo se presenta una menor producción de gas natural, dado que la proporción de gas natural asociada al crudo Maya extraído de esa zona es de tan sólo 59 por ciento (muy inferior al que se da con el crudo Istmo, 279 por ciento).
Lo anterior repercute en una reducción gradual en la producción de gas natural que se refleja claramente un los índices de importación del producto en los últimos años, además del aumento de los niveles de inventarios de combustóleos y residuos pesados.
El petróleo que se tiene en México es, en un 60 por ciento, crudo pesado, que da por resultado una alta producción de residuos que empobrecen la calidad y cantidad de los productos petroquímicos. Por ejemplo, debido a las altas concentraciones de asfaltenos que contiene el crudo Maya (14.5 por ciento del total del residuo), además de cenizas y residuos de carbón (17.2 por ciento), aproximadamente el 32 por ciento de sus residuos extraídos no es útil para los fines de refinación. Es por ello que diversos organismos nacionales y extranjeros han estudiado profundamente diversas vías para el tratamiento y separación de estas fracciones.
A estos residuos pesados siempre se les ha utilizado para la preparación de asfalto e impermeabilizantes para inmuebles, pero existe la preocupación por encontrar un mayor número de usos.
El combustóleo y la energía eléctrica
El uso de los combustóleos producto de los residuos de la refinación es indispensable para la generación eléctrica. Casi 66 por ciento de la producción nacional de electricidad se realiza en centrales termoeléctricas que usan hidrocarburos para su funcionamiento; entre las termoeléctricas, las que utilizan combustóleo aportan el 58 por ciento de la generación total.
En particular, la composición del combustóleo utilizado depende de dos factores: la naturaleza del crudo y el proceso de refinería del cual proviene. Así, durante la operación de destilación, la composición química no se altera, y la calidad del combustóleo o aceite residual es principalmente determinada por la calidad del petróleo crudo y puede ser expresada por medio de diversos factores (densidad, peso molecular medio, relación carbono/hidrógeno, contenido de metales, entre otros).
El combustóleo producido en nuestro país está constituido por carbón (84 a 87 por ciento), hidrógeno (10 a 14 por ciento), oxígeno y nitrógeno (2.6 por ciento), azufre (2.5 a 4 por ciento) y pequeñas cantidades de vanadio, niquel y sodio (cuadro 3). Pese a su importancia para la generación eléctrica, es un hecho que la evolución histórica del rendimiento del combustóleo, al volverse cada vez más pesado, muestra una disminución consistente pasando de aproximadamente 60 por ciento en 1940 a casi 33 por ciento en la actualidad, lo que supone efectos sobre el medio ambiente en particular relacionados con la emisión de gases contaminantes a la atmósfera durante su combustión.
Aunque los sectores eléctricos de los países más desarrollados han enfrentado la problemática del uso del combustóleo como combustible para la generación de electricidad mediante la inversión en la renovación de la infraestructura de sus termoeléctricas, debido a los altos costos de estas medidas los especialistas mexicanos han enfocado sus investigaciones para enfrentar los problemas de degradación del combustóleo hacia el mejoramiento de la eficiencia de combustión y en la disminución tanto de la contaminación ambiental como de los daños producidos en los generadores de vapor por los efectos corrosivos del vanadio y del sodio. Además, se ha estudiado a fondo la aplicación de mezclados con destilados medios, que aumenten la calidad del combustóleo final.
Los residuos de la destilación a vacío y desintegración catalítica son mucho más pesados que los obtenidos por destilación atmosférica, por lo cual generalmente son mezclados con destilados medios, que determinan la calidad del combustóleo final.
Perspectivas y necesidades
En 1996, la producción petrolera del país se incrementó en un 9 por ciento, el más significativo en los últimos 10 años, y durante 1997 se planteó la meta de producir 3.1 millones de barriles diarios, de los cuales 1.7 millones serían para el mercado internacional.
Pese a la inestabilidad del mercado petrolero, cuyos precios cayeron a los niveles más bajos desde 1986, en el primer trimestre de 1998 Pemex logró cumplir con su programa de exportación al colocar hasta 1.96 millones de barriles por día en el exterior, pero la empresa se ha declarado cautelosa en el pronóstico del comportamiento del mercado internacional a corto plazo.
Es un hecho que esta crisis puso de manifiesto la cada vez mayor diferencia entre los precios de los crudos pesados y ligeros, lo que redunda en significativas pérdidas de mercado para el combustible nacional; sin embargo, esta brecha podría modificarse de acuerdo con los desarrollos tecnológicos que aumenten la calidad de los procesos de explotación de los hidrocarburos y, por tanto, les otorguen un valor agregado, redefiniendo su competitividad internacionalmente.
Para el sector eléctrico nacional y la industria en general, contar con combustibles de mayor calidad contribuiría a un mejor uso de los mismos en la generación de calor en calderas y hornos, así como a su empleo en los ciclos de generación para la producción de energía eléctrica. Es por ello que deben apoyarse los esfuerzos para hacer mas eficiente el tratamiento y procesamiento de crudos y residuos pesados mexicanos.
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