“Debemos entender que la dependencia del gas ruso es cada vez menor. Rusia depende tanto de que Europa siga consumiendo ese gas que, si analizamos quién necesita a quién, la situación es muy equilibrada. Moscú nos necesita mucho más de lo que nosotros creemos”. Habla el economista Daniel Lacalle, gestor especializado en mercados energéticos. Con más de 20 años de experiencia en el sector financiero, el columnista de El Confidencial reflexiona en esta entrevista sobre los efectos para Europa que conlleva el espinoso conflicto entre el gigante ruso y Ucrania, viaducto del gas hacia el Viejo Continente, a cuenta de la península de Crimea.
Pregunta: En crisis diplomáticas recientes, el presidente ruso Vladimir Putin ha utilizado el gas como un instrumento de presión, podríamos decir incluso que como un arma bélica… ¿Qué papel juega el gas en el conflicto actual?
Respuesta: El tema del gas ruso tiene dos componentes: primero, el componente ucraniano, la deuda de Ucrania con Gazprom, que asciende a 1.500 millones de dólares. Rusia ofreció a Kiev un precio con descuento, 256 dólares/mcm (millón de metros cúbicos) a cambio de que mantuviese sus importaciones. Dicho precio es uno de los aspectos del conflicto. El Kremlin ya ha comentado que podría subir el precio hasta 460 dólares. Ucrania depende absolutamente del gas ruso, ha intentado desarrollar sus reservas de gas pizarra pero este es un proyecto aún en fase exploratoria, no de desarrollo.
Segundo, la mayoría de los gasoductos que van desde Rusia hacia Europa pasan por Ucrania. Gracias a ello, Kiev se lleva un arancel que Moscú decide no abonarle. Si no se lo paga, Ucrania puede responder que corta el paso del gas, pero perdería todos los ingresos que recibe por ello.
P: ¿Cómo afectaría a Europa un posible corte del suministro? ¿Hay peligro de escasez?
R: El gas ruso supone aproximadamente el 15% del gas que recibe Europa. Habría una amenaza de suministro, pero Europa tiene los inventarios de gas a máximos históricos. Dicha amenaza, por tanto, no es tan importante, porque se puede recurrir a Noruega, al gas natural licuado (GNL). Desde que empezó el conflicto, British Gas y Royal Dutch Shell se han preparado para traer barcos de GNL hacia Europa.
Además, hay reservas. Ucrania tiene cuatro meses de demanda cubiertos y Europa dispone de unas reservas incluso más considerables. Hay suficiente para otros cuatro meses aproximadamente. El riesgo de que corten el suministro en bajísimo, por no decir inexistente.
P: ¿Y qué hay del petróleo?
R: En relación al petróleo, el conflicto es irrelevante. Sólo tendría impacto si se adoptasen sanciones contra Moscú, del tipo de las aplicadas contra Irán. Rusia produce unos 10 millones de barriles diarios y la parte de dicha producción que exporta a países que estarían implicados en la imposición de dichas sanciones es relativamente baja.
P: Es decir, los tan extendidos temores por las posibles consecuencias energéticas del conflicto son infundados…
R: Los países suministradores de gas natural licuado tienen mucha flexibilidad. Entre reservas o lo que trae vía metaneros (buques dedicados al transporte de gas licuado) desde Argelia, Noruega o Nigeria hay más que suficiente. Hay muchísimas fuentes de gas disponibles para compensar el corte (que podría acarrear un agravamiento del conflicto).
P: Entonces, ¿cuál es el verdadero nivel de dependencia del gas ruso?
R: Hay un punto interesante. El dominio de Gazprom sobre la región a nivel geopolítico y el mal diseño de los gasoductos, que pasan todos por Ucrania. Tres proyectos, Nord Stream, South Stream y Nabucco, pretenden cambiar esta tesitura. Imagina que se reducen a la mitad los volúmenes de gas que pasan por Ucrania. Gazprom está negociando a la baja los contratos del gas que exporta a Europa porque cada vez hay menos demanda. Incluso ha estado negociando con China.
Es importante entender que la dependencia del gas ruso es cada vez menor. Rusia depende tanto de que Europa siga consumiendo ese gas que, si analizamos quién necesita a quién, la situación es muy equilibrada. Moscú nos necesita mucho más de lo que nosotros creemos. Hay que comprender que la posición de Rusia es una relación comercial de dependencia bilateral (con Europa). Ellos sin nosotros no harían nada, porque no tienen tanta demanda interna.
Qatar, Rusia, Argelia… todos los países productores de gas han tenido que negociar a la baja (los contratos) porque la demanda cada vez es más débil, debido al uso de renovables, carbón o al hecho de que cada vez llega más gas de otros países a través de ese GNL.
P: ¿Debe interpretarse el conflicto en clave energética?
R: Sí. No es un conflicto político entre prorrusos y nacionalistas ucranianos, es un conflicto energético. La prueba son esos tres proyectos de gasoductos que intentan no atravesar Ucrania. Todos luchan en realidad por su trozo de pastel en las comisiones de los volúmenes de gas que pasan por territorio ucraniano. Dichas comisiones cada vez son menores, cada vez hay menos pastel a repartir.
El Confidencial