Ningún opositor latinoamericano ha hecho o hará más estragos a sus gobiernos que el que causará -está causando ya- el precio del petróleo, que ha declinado casi 40 por ciento desde junio y está en su nivel más bajo en el último lustro. Lo cual no significa que algunos opositores no estén, a su vez, pagando las consecuencias: sus gobiernos, previendo los efectos derivados del precio del crudo internacional, están tomando medidas persecutorias contra ellos para anticiparse a la agitación política y social que, según sus cálculos, acabarán padeciendo.
Es el caso, por ejemplo, de María Carina Machado en Venezuela, a quien, con un maléfico sentido de la oportunidad energética, el gobierno venezolano ha vuelto a acusar de planificar un magnicidio contra Nicolás Maduro, poniendo en marcha el proceso judicial para llevarla a la cárcel. Si a inicios de este año hubo un estallido social y político contra el gobierno con el precio del barril alrededor de los $ 100, no es improbable que con el nuevo precio del crudo la crisis erosione aun más la maltrecha base chavista y soliviante a miles de ciudadanos desesperados. En otros países donde la crisis es menor, como Ecuador, en parte porque se ha gestionado la economía petrolera con más habilidad, también puede darse una situación que refuerce a la oposición. Para no hablar de Argentina, donde el problema es distinto pero el efecto es parecido: el precio internacional no se puede traducir en una caída de los precios de los combustibles porque el gobierno, al no tener dólares para importar más fuentes de energía, está tratando de reactivar la menguada producción local, pagando para ello a los productores internos un precio más alto, lo que a su vez impide bajar el precio de los derivados finales. Ello, en un momento de fuerte arremetida de la oposición y de nuevas señales de independencia -algunos dirían “insubordinación”- de los tribunales de justicia contra Cristina Kirchner.
En países con gobiernos de signo contrario que dependen significativamente del petróleo para efectos fiscales o económicos, como México y Colombia, el desafío político no es el resurgimiento de una oposición democrática más o menos liberal sino la de signo populista, preparada para explotar las circunstancias.
En un tercer grupo de países, cuya relación con el crudo es la de importadores, como Chile y Perú o varios centroamericanos y caribeños, el efecto puede ser más bien benéfico: la caída de los precios del crudo, al traducirse en un declive concomitante de lo que se cobra por los derivados, como la gasolina, puede mitigar la desaceleración económica para consumidores tanto industriales como individuales (otra cosa es que algunos de estos países, como Chile, ya han logrado que la rebaja se traslade al público y otros, como el Perú, van mucho más lentos en ello)”.
Chile, en cualquier caso, viene de un cambio de gobierno pero el Perú se acerca a un proceso electoral de cara a 2016 y, si se retrasara mucho el beneficio de los consumidores o éste no se diera en la magnitud esperada, podría quedar aun más abonado el terreno para la demagogia política.
Hay un cuarto grupo que en realidad es un solo país: Brasil. Allí se da la circunstancia rara de que se exporta y se importa petróleo a la vez, y por ambas vías hay perjuicio. En el caso del petróleo que se exporta, la caída del precio reduce los ingresos percibidos por el país y por el Fisco. En el caso de las importaciones, el beneficio que en principio debería percibir Brasil no se dará por dos razones: el país pronto será autosuficiente en producción (probablemente en 2015) y en cambio el combustible comprado en el exterior ya se vende al público a precio barato por orden gubernamental y el gobierno ha tenido que elevarlo un tanto para aliviar a Petrobras, a la que obligaba a soportar pérdidas. El impacto en el mercado de consumo de gasolina no será significativo porque las rebajas ya eran cuantiosas y porque el gigante petrolero tardará en resarcirse de lo mucho que le ha costado el control de precios.
Nada de esto sería un problema de mediano plazo para América Latina y otras regiones si el cartel de la Opep que normalmente respondía a las caídas del crudo con recortes de producción para sostener sus precios, hubiera decidido ahora hacer lo que ha hecho durante 40 años, o sea manipular el mercado. Pero, por decisión de Arabia Saudita, la Opep ha decidido no recortar la producción, aun en contra de la opinión de Venezuela, uno de sus miembros principales por tener las mayores reservas del mundo, calculadas en 300 mil millones de barriles, y de Irak, que cuenta con reservas de 150 mil millones de barriles, las quintas mayores del globo. Arabia Saudita tiene, como veremos, razones muy poderosas para querer que el precio siga bajo (hace unos días el Brent cayó a $ 70 y el West Texas Intermediate, a $ 66).
Una de esas razones tiene que ver con la competencia: los sauditas quieren sacar del camino a los productores de petróleo de esquisto, culpables de que Estados Unidos haya reducido sus importaciones de crudo. El productor promedio de petróleo de esquisto lo extrae a un costo de 77 dólares el barril, por tanto con los actuales precios se ve obligado a paralizar sus operaciones (o quebrar, en algunos casos). Las excepciones son unos pocos productores eficientísimos a los que producir un barril les cuesta 66 dólares (como EOG Resources), pero si el petróleo sigue cayendo incluso ellos tendrán problemas. La segunda razón por la que Arabia Saudita está salivando con el precio actual del crudo y no cede a la presión de Venezuela tiene que ver con China, su principal comprador. Pekín lleva a cabo en estos tiempos una política agresiva de construcción de reservas para garantizar su seguridad energética a largo plazo. Mientras más bajos estén los precios, mayores serán sus compras sostenidas. En este caso, a ojos de Arabia Saudita, el volumen importado compensará el precio relativamente bajo que paga.
Desde el punto de vista latinoamericano, pues, hay que prepararse para que los precios sigan siendo relativamente bajos por un buen tiempo aun cuando la situación pueda eventualmente revertirse a medida que se recupere la demanda por la mejora de la economía global. Los más afectados son, por supuesto, los países con ‘petrogobiernos’ populistas; los segundos más afectados son los que sin tener gobiernos populistas sufren una fuerte dependencia fiscal o económica respecto del crudo”.
Venezuela es claramente el más afectado: la mitad de su presupuesto, que arrastra un déficit de 14 por ciento del PBI, depende del crudo; como fuente de divisas, la dependencia es casi del 100 por ciento. Para tener un presupuesto equilibrado Caracas requiere que el precio se sitúe alrededor de los 120 dólares el barril, de allí la presión desesperada del gobierno sobre el poderosísimo ministro del Petróleo de Arabia Saudita, Ali Al-Naimi, para que la Opep manipule el mercado. Si se tiene en cuenta que la escasez de dólares ha disparado el cambio en el mercado negro venezolano (está a más de 153 bolívares cuando estaba a 100 hace apenas semanas), resulta evidente la devastación social que esto puede entrañar. Por tanto, crece el riesgo político para un gobierno, que, no contento con tener pudriéndose en la cárcel a Leopoldo López, ahora intenta destruir a María Corina Machado.
El caso de Ecuador, sin revestir esa urgencia y gravedad, es bastante serio, de todas formas: ya padecía un déficit fiscal de cinco por ciento del PIB, que se ha visto obligado a financiar con ayuda de China, antes del estrépito del crudo. El presupuesto ecuatoriano de 2015 se basa en un barril de entre 80 y 85 dólares. Este año, a pesar de un barril presupuestado a 86 dólares, muy por debajo del precio promedio que terminó registrándose, la brecha ha sido importante. No es difícil imaginar la que se abrirá en 2015 si el precio se mantiene en el nivel actual. Para tratar de disminuir la del año en curso, el gobierno creó impuestos y elevó algunos existentes. El efecto social y político de un nuevo aumento sustancial de impuestos en este nuevo contexto, sumado al que tendrá una caída de la inversión pública por la disminución de ingresos fiscales, puede ser considerable. No sería de extrañar una campaña contra figuras y medios de comunicación opositores a gran escala.
Para México, la noticia no puede ser más inoportuna: en el momento en que el país se preparaba para recibir una lluvia de inversiones petroleras gracias a la apertura al sector privado que tuvo un alto costo para el gobierno, el precio del barril amenaza con echar a perder la fiesta. Las grandes compañías petroleras están recortando sus presupuestos de exploración y explotación, lo que implica menores inversiones potenciales en México por ahora. Para no hablar del presupuesto fiscal, que depende del petróleo en un tercio. A Peña Nieto, que soporta una creciente impopularidad, se le ha abierto un nuevo frente.
Otro país que estaba bien encaminado para aumentar la producción petrolera es Colombia, donde llegar al millón de barriles diarios se ha vuelto una causa nacional. Allí, el presupuesto de 2015 se basa en un barril a 98 dólares y más de la mitad de las exportaciones tienen que ver con el crudo. Se calcula que por cada dólar de disminución del precio del barril Colombia deja de percibir casi 200 millones de dólares anuales. Se entiende, con esto en perspectiva, que Juan Manuel Santos vea el proceso de negociación con las Farc como una necesidad política imperiosa ante la eventualidad de que la economía, que este año es una de las estrellas latinoamericanas, se desacelere bruscamente y ello le acarree una estimable impopularidad política.
Chile, donde se importa más del 60 por ciento del petróleo empleado, es uno de los pocos beneficiarios directos del nuevo contexto petrolero. El Estado se ha encargado de que el mecanismo de estabilización de precios sea modificado para que la caída del precio se traslade al consumidor, cosa que ya ha ocurrido”.
En principio, el Perú tendría que haber seguido un camino parecido pero la situación de las refinerías y la falta de reflejos de la burocracia política han impedido hasta ahora que los consumidores perciban una caída del precio de los derivados proporcional a lo que ha sucedido en el mercado internacional del crudo. Las protestas han empezado a surgir y podrían cobrar fuerza si este desfase se prolongara mucho tiempo más.
Tras cuernos, palos, dice el refrán. Con algunas excepciones como las mencionadas, para América Latina en general lo sucedido con el precio del petróleo es un agravante económico y por tanto político del reciente contexto de crisis provocado por el ciclo de los “commodities”. Pero también, una oportunidad política. En el caso de las “petrodemocracias” y “petrodictaduras”, quizá sea una oportunidad para el fortalecimiento de alternativas liberales. Para los demás países, tal vez de lo contrario.