Solo los ecologistas más fervientes creen que la humanidad se independizará del petróleo en el siglo XXI. La tozuda demanda de combustibles fósiles, aunque no crece al ritmo de años atrás, hace creer lo contrario. Pero esa adicción por el crudo tiene sus matices: algunos provocan la emisión de más gases de efecto invernadero y son, por tanto, tan letales como una sobredosis de heroína.
La fiebre de los petróleos no convencionales
A principios de este siglo no pocos expertos del sector energético predijeron el agotamiento de las reservas mundiales de petróleo. Algunos cálculos situaban ese momento entre mediados y finales de la centuria. Sin embargo, las grandes compañías no se amilanaron con esos augurios e invirtieron miles de millones de dólares en la prospección de lo que se conoce como petróleos no convencionales.
La apuesta dio enormes frutos en muy poco tiempo. Nuevas tecnologías han permitido extraer el oro negro del esquisto, las arenas bituminosas, el lecho oceánico a grandes profundidades, las placas de hielo del Ártico y las profundidades de la Tierra, lugares descartados cuando abundaba el petróleo fácil. Estas operaciones han multiplicado la estimación sobre las reservas planetarias, que ahora se elevan a 24 billones de barriles, de los cuales seis billones podrían recuperarse con el equipamiento disponible.
El alto precio del combustible estimuló este desenfreno. A pesar del costo superior de la extracción en estas nuevas fuentes, un barril por encima de los 100 dólares garantizó durante varios años ganancias fabulosas a gigantes de la energía como Chevron, Exxon y Royal Dutch Shell. El descenso en picada del precio del crudo en las últimas semanas ha puesto en duda la viabilidad de esta filosofía de perforar a toda costa.
Petróleo “sucio” vs. petróleo “limpio”
La emergencia de los petróleos no convencionales ha sonado la alarma sobre el impacto ambiental de algunas de estas operaciones de extracción. El Cargenie Endowment’s Energy and Climate Program, la Universidad de Stanford y la Universidad de Calgary han creado un Índice Petróleo-Clima (Oil-Climate Index, OCI) para calcular el efecto ambiental de todo el proceso de explotación petrolera, desde la perforación hasta el consumo. Ese estudio ha revelado que en materia de combustibles no todos contaminan en igual medida.
En la investigación, titulada “Conoce tu petróleo”, el grupo de especialistas explica cómo distintas variables influyen en el volumen de gases de efecto invernadero (GEI) emitido por cada tipo de petróleo. La cantidad de vapor necesaria para la extracción, el por ciento de agua en el yacimiento, la viscosidad del crudo, la profundidad del depósito, la tecnología de refinación, la transportación y el uso de los productos derivados, entre otros factores, determinan el grado de “suciedad”.
El informe divide las emisiones en tres fases: upstream, midstream y downstream, las cuales coinciden con la estructura de la industria petrolera. En un primer momento la prospección y posterior extracción generan GEI por el uso del terreno –al alterar su capacidad de almacenamiento de carbono-, la utilización de vapor en la producción y la generación de gases contaminantes (dióxido de carbono, metano), que suelen liberarse a la atmósfera.
Luego la tecnología usada en las refinerías y la calidad del crudo procesado definen cuánta energía será necesaria para convertirlo en derivados. El uso intensivo de hidrógeno constituye una de las claves que diferencian a los petróleos ligeros de los pesados. Estos últimos requieren mayores cantidades de este elemento y por tanto demandan un mayor consumo energético.
Finalmente, el transporte de los derivados del petróleo desde las refinerías hasta los mercados y las emisiones producidas durante la combustión completan la ecuación. Los camiones cisterna clasifican como el medio de transporte más contaminante, bien lejos de los supertanqueros. Los crudos pesados, como los provenientes de las arenas bituminosas de Canadá, generan más de 560 kilogramos de dióxido de carbono equivalente por barril de crudo, mientras el petróleo Tengiz de Kazajstán ronda los 390 kilogramos.
En resumen, hay una diferencia notable entre los distintos tipos de petróleo en cuanto a la emisión de GEI. El citado estudio, que abarcó 30 variedades, concluyó que esta distancia se eleva hasta el 80 por ciento entre el extremo más sucio –el Suncor Synthetic H, producido en Alberta, Canadá—y el mencionado Tengiz.
Los cinco petróleos más “sucios”
El ranking de crudos más contaminantes y el estudio del impacto climático global de cada barril deben de fortalecer la autoridad de los gobiernos para ajustar las regulaciones ambientales en este sector. A las organizaciones ambientalistas esta investigación ofrece un sustento estadístico para sus críticas contra ciertos hidrocarburos, en particular las arenas bituminosas canadienses. Los datos llegan, además, en medio del debate sobre la construcción del oleoducto Keystone XL.
Estos son los cinco tipos de petróleo más contaminantes:
1. Canada Suncor Synthetic H (SCO)
2. China Bozhong
3. Canada Syncrude Synthetic (SCO)
4. Venezuela Hamaca
5. U.S. California Midway Sunset
Fuente: Yahoo Noticias