El espacio Atlántico: ¿hacia un nuevo poder energético?

El Financial Times informó esta semana que según estimaciones de Goldman Sachs, en cinco años el precio del crudo WTI va a rondar los 50 dólares. La última predicción de ese mismo banco de inversión para el año 2020 había sido de u$s 65 dólares el barril, 15 dólares más caro. Conclusión: según GS, la mayoría de los proyectos de explotación de petróleo y gas no van a ser rentables en los próximos años.

Hace exactamente un año, el barril de petróleo costaba 115 dólares (el Brent, referencia europea, llegó a un mínimo de u$s 45 en enero). Para todos los análisis, el motivo de la caída del precio del petróleo es que se está produciendo mucho, demasiado, y que en cambio, la demanda no aumenta.

El mismo diario británico publicó una semana antes un despacho de su corresponsal en Ryad en el que un funcionario del gobierno de Arabia Saudita reconoció –en un hecho infrecuente– lo que todo el mundo sabe: la producción récord –10,3 millones de barriles diarios en abril– busca impactar en los costos de explotación del shale, el petróleo no convencional que produce EE.UU., y reposicionar a Ryad como el jugador dominante en el mercado petrolero mundial.

Según la fuente saudita citada por el FT, “la caída del precio del petróleo de los últimos meses ha desalentado la inversión en proyectos más costosos, como la explotación off shore, el petróleo pesado y el shale”. A este último proyecto no convencional apunta la Argentina en Vaca Muerta.

Un análisis de Goldman Sachs sobre más de 400 proyectos petroleros en todo el mundo indica que entre la producción de los países de la OPEP y el crecimiento del shale la demanda mundial de petróleo estaría cubierta hasta el año 2025. Si este es el panorama, los sauditas estarían ganando la batalla por los precios.

Para Paul Isbell, es demasiado pronto para afirmarlo. Este profesor de la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, de EE.UU., asegura que la baja de precios del petróleo es temporal y que en realidad asistimos a un cambio en el mapa energético global con el “renacimiento energético del área atlántica”.

“Hay un nuevo poder energético: el mundo atlántico, a donde ya se ha trasladado el centro de gravedad de la oferta” –dice Isbell–. “Hace diez años se decía que Medio Oriente iba a satisfacer la demanda del área Asia Pacífico. En contra de todas las proyecciones, podemos afirmar que para 2050, esa demanda será satisfecha por la Cuenca Atlántica”.

Isbell estuvo en la Argentina y ofreció un seminario organizado por el departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Sus análisis se emparentan con las corrientes que en su país aseguran que la explotación de los recursos no convencionales tendrá implicancias tanto en el mapa energético global como en la perspectiva estratégica, de seguridad nacional y de recuperación del liderazgo de Estados Unidos.

Este especialista va un paso más y señala la posibilidad de una convergencia de un gran espacio pan-atlántico en materia de energía, en el que prevé la emergencia geopolítica del Atlántico sur. La Argentina no podría estar ajena a estas cuestiones. Para el ex vicecanciller Andrés Cisneros, el Atlántico sur es el “espacio geopolítico más vacío del mundo y la política odia el vacío”. Cisneros cree que la emergencia del Atlántico sur “todavía es un misterio”. “Probablemente veamos este siglo la ‘elastización’ del tratado antártico, y sólo Dios sabe lo que hay en la Antártida en materia de recursos”.

Dos factores, según Isbell, provocaron la explosión de la oferta de petróleo: el aumento de la producción de hidrocarburos no convencionales en el Norte del Atlántico, mediante la técnica del fracking, y los recursos y reservas probadas en el Atlántico Sur, donde predomina la exploración off shore. Isbell pronostica un cambio estructural en el comercio energético internacional, que en los próximos 20 años estará dominado en un 85% por el gas. “La oferta provendrá sobre todo del Atlántico sur y del off shore. El sur del Atlántico debe ser protagonista”.

Sobre la cuestión del precio, Isbell sostiene que la caída es temporal y que mientras la oferta sufrió un cambio estructural, todavía no lo hay en la demanda. “La estructura de costos va a sobrevivir a un precio de 70 dólares. Pero no al de u$s 50. La caída de los precios puede afectar la estructura de presupuestos, que hacen a los países más vulnerables. El presupuesto de Arabia Saudita depende de un precio del petróleo más alto”.

Aún si fuera gradual, un desplazamiento de Medio Oriente como principal proveedor de petróleo no podría no tener consecuencias en términos geopolíticos. Según un reciente informe del informe del Consejo Atlántico, de los EE.UU., un debilitamiento de la asociación estratégica con Arabia Saudita podría obligar a rediseñar el acuerdo de ‘energía por seguridad‘ que dominó las relaciones entre los dos países desde finales de la Segunda Guerra Mundial. “Esto hace presagiar una reconsideración del rol de los Estados Unidos en Medio Oriente”, dice el estudio.

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