El precio internacional del petróleo (que promedió los US$ 100 el barril entre el 2011 y el 2014) se desplomó del 59% entre junio del 2014 y marzo de este año. Los precios insinuaron una recomposición durante las últimas ocho semanas fluctuando en un rango de entre US$ 60-65 por barril.
La historia de los precios del petróleo durante el Siglo XX es aleccionadora para entender los sucesos actuales. Los períodos de abundancia (con precios bajos) y los de escasez (con precios altos) se sucedieron repetidamente. El petróleo fue caro y escaso durante las dos guerras mundiales y cuando aceleraron sus procesos de industrialización y urbanización países grandes e importantes como los Estados Unidos (en la década de 1920) o China (en la década del 2000).
También se vivió la escasez y los precios altos cuando se organizó el cartel de productores de petróleo (OPEP) durante la década de 1970 y cuando guerras puntuales afectaron la capacidad exportadora de productores relevantes, como por ejemplo Iraq o Irán.
Los períodos de abundancia siguen a los periodos de escasez, al igual que el día sigue a la noche. Los precios altos en el corto plazo desalientan el consumo y pueden reducir la tasa de crecimiento de la economía mundial. Sin embargo, en un horizonte más extenso, la suba de precios atrae inversiones y promueve la exploración y las innovaciones tecnológicas que aumentan la producción y sientan las bases para una posterior caída de los precios.
Los precios bajos benefician tanto a los consumidores como a las empresas que usan el petróleo como insumo.
En un horizonte más largo, los precios bajos resienten la capacidad inversora de los países exportadores que dependen del petróleo para financiar sus presupuestos.
Asimismo, los precios bajos reducen la rentabilidad empresarial y comprimen las inversiones en exploración y desarrollo de los campos petroleros.
Estos comportamientos sientan las bases para una futura escasez y un posterior aumento de los precios.
El mercado actual está sobre ofertado, los inventarios se incrementaron y las empresa petroleras redujeron sus inversiones. En los Estados Unidos, los equipos de perforación operativos se redujeron de casi 1600 a mediados del año pasado a menos de 700 en la actualidad. A precios debajo de los US$ 60 por barril, el boom del petróleo no convencional (“shale oil”) podría perder una parte sustancial de su vitalidad.
Lo que ocurrió durante el último año en el mercado petrolero fue el resultado de cambios previsibles en la demanda y la oferta mundial.
Los precios altos de los últimos años generaron incrementos en la producción de petróleo, sobre todo en los Estados Unidos, que aumentó su producción diaria de 6,5 millones de barriles en el 2007 a casi 9,5 millones durante los últimos meses.
Simultáneamente, la reducción en el crecimiento económico chino, del 10% en promedio durante las últimas décadas a aproximadamente el 7% en la actualidad (sumado al efecto restrictivo de los altos precios sobre el consumo), incrementó los stocks de crudo y presionó los precios a la baja.
El comportamiento del mercado se vio afectado por la decisión política de Arabia Saudita (el mayor exportador mundial de petróleo) de sostener sus niveles de producción a pesar de la caída de precios. Arabia Saudita se propuso aumentar su participación en el mercado mundial en detrimento de competidores que incrementaron su producción durante la última década (principalmente las empresas norteamericanos de “shale oil” y las petroleras rusas).
La nueva política petrolera de Arabia Saudita se sustenta en dos premisas. La primera, aprovechar sus bajísimos costos de producción para sostener y quizás incrementar su participación en la oferta mundial en detrimento de los productores de mayor costo.
La segunda, poner un techo al alza excesiva en los precios para impedir que las tendencias tecnológicas y regulatorias actuales potencien un estancamiento en la demanda petrolera afectando en el largo plazo los ingresos, la fortuna y la relevancia estratégica de Arabia Saudita.
Las tendencias de fondo son claras. El temor a las consecuencias del cambio climático y el calentamiento global impulsan nuevas políticas públicas y regulaciones que promueven la reducción del consumo de petróleo en la matriz económica mundial. Además, muchos países proveen subsidios para el desarrollo de las llamadas energías alternativas (solar, eólica y otras) que sustituyen al petróleo y que son percibidas como una competencia desleal por los países del Golfo.
Los cambios tecnológicos en marcha (fundamentalmente las mejoras en la eficiencia energética del parque automotor, el lento pero quizás inexorable auge de los autos eléctricos y la introducción de tecnologías más eficientes en el uso de la energía en la generación eléctrica, la logística y la calefacción y el aire acondicionado) están comprimiendo la tasa de crecimiento de la demanda petróleo.
El acercamiento de los Estados Unidos a Irán en materia de negociaciones sobre el desarrollo nuclear iraní también contribuye a modificar la hoja de ruta saudita. La reincorporación de Irán al sistema mundial crea angustia y desazón en Riad y debilita las ataduras estratégicas (con los Estados Unidos) que en el pasado limitaron los márgenes de maniobra del gobierno saudita en el mercado petrolero mundial.
Para Arabia Saudita (líder mundial del islamismo sunita), Irán (líder del islamismo chiita) es el principal adversario regional y sus intereses religiosos, políticos y militares se enfrentan, como lo confirman las guerras civiles que devastan a Siria y a Yemen en la actualidad y donde ambas potencias regionales se enfrentan a través de partes interpuestas.
Respecto al precio futuro del petróleo, me animo a pronosticar con certeza e ironía que “habrá subas y habrá bajas”. Lo que sí podemos vaticinar es que las modificaciones geopolíticas que están ocurriendo en el Medio Oriente y la nueva política petrolera de Arabia Saudita impactarán en los precios futuros del oro negro.
Felipe de la Balze es economista y negociador internacional