Un presidente acosado, rebeldes chiitas hutíes, tribus sunitas, Arabia Saudita, Irán, Al Qaeda y, ahora, Estado Islámico: Yemen es un caldero en el que se cocinan en una combinación tóxica los intereses enfrentados de todos estos actores.
La compleja situación de seguridad que vive el país se tornó aún más violenta el jueves, cuando Arabia Saudita lanzó una campaña de ataques aéreos contra los rebeldes de la tribu hutí.
Según los sauditas, su intervención militar busca “defender el legítimo gobierno” del presidente Hadi, quien se ha refugiado en Riad, capital de Arabia Saudita.
Además, dicen, cuentan con el apoyo de Sudán, Marruecos, Egipto y Pakistán, que están dispuestos, si es necesario, a participar activamente en la contienda.
¿Puede entonces explotar en Yemen un conflicto regional más amplio? El periodista de la BBC Frank Gardner analiza la posible respuesta.
¿Quiénes son los actores del conflicto?
Los hutíes: rebeldes chiitas, están en el norte. Tomaron el control de la capital, Saná, el año pasado, y han expandido su influencia otras zonas. Se dice que Irán los respalda.
Presidente Hadi: Respaldado por Arabia Saudita. Cuenta con partidarios militares y policiales, y de la milicia conocida como los Comités de Resistencia Popular, que está tratando de luchar contra los rebeldes en su bastión en el sur.
Al Qaeda en la Península Arábiga: Considerado por EE.UU. como la rama más peligrosa de Al Qaeda, se opone tanto a los hutíes como al Presidente Hadi.
Estado Islámico: Una filial yemení de EI ha surgido recientemente.
Lucha sectaria
La situación se había ya deteriorado tanto que Estados Unidos y Reino Unido cerraron sus embajadas y evacuaron a su personal, mientras los países árabes del Golfo mudaron las suyas a la ciudad de Adén, en el sur.
Los hutíes se están acercando ya a esa ciudad, que controla la entrada del Mar Rojo, el estrecho de Bab al Mandeb, a través del cual pasan alrededor de 20.000 barcos anualmente.
La ciudad es también fortín de apoyo al presidente Hadi, quien ha pedido la intervención militar del Consejo de Cooperación del Golfo, incluyendo la imposición de una zona de exclusión aérea.
Poca gente confía en que prosperen las conversaciones de paz que actualmente tienen lugar en Qatar.
Los hutíes son chiitas, de la secta Zaidi. Se oponen no solo al gobierno sino a muchas tribus sunitas de Yemen.
Pero, sobre todo, ellos están enfrentados con los yihadistas de Al Qaeda en la Península Arábiga y a Estado Islámico, que consideran herejes a los chiitas.
El 20 de marzo, Estado Islámico realizó su primera acción en el país con cuatro ataques suicidas con explosivos en mezquitas populares entre los hutíes, matando a más de 130 fieles.
Los hutíes proceden del norte del país y tienen poco apoyo popular en el resto de Yemen.
Pero son unos guerreros eficaces y se apoderaron de la capital, Saná, en septiembre pasado.
El poderoso expresidente Ali Abdullah Saleh está respaldándolos -según diversas informaciones-, determinado a hacer de Yemen un país ingobernable para su sucesor, el Presidente Hadi, quien es apoyado por Naciones Unidas.
También se acusa a Irán de apoyar a los hutíes.
Los rebeldes lo niegan, pero se ha visto a altos cargos en la ciudad sagrada iraní de Qom, y hay reportes –no confirmados- de pilotos iraníes volando con aviones yemeníes.
Sin embargo, es suficiente para alarmar a los sauditas, quienes advirtieron demasiado tarde la posibilidad de un movimiento rebelde proiraní en su vecino del sur.
Arabia Saudita, que en 2010 lanzó ataques aéreos contras los hutíes en la frontera, asegura que no permitirá a Irán “sembrar de violencia sectaria la región”.
Además se ha comprometido a respaldar al acosado presidente de Yemen.
El país está todavía en proceso de construir una valla enorme en la frontera con Yemen y está reforzando su base naval en el puerto de Jizan, en el sur del Mar Rojo.
Temores de guerra
“La preparación militar saudita”, opina Aimen Deen, analista de seguridad del centro de investigación Cinco Dimensiones, “señala, junto a los crecientes esfuerzos diplomáticos, que Arabia Saudita intenta parar el control de los hutíes en el estrecho de Bab al Mandeb”.
Sin embargo, Yemen ya tiene suficientes problemas con la lucha permanente entre sus propios ciudadanos.
Si Arabia Saudita y otros estados del Golfo se inmiscuyen por un lado, e Irán por el otro, el riesgo de un gran conflicto se agrava exponencialmente.
“El peligro inminente es que Yemen se convierta sencillamente en una lucha de poder entre los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo e Irán”, sostiene Jon Altman, director para Oriente Medio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington.
“Irán está apoyando a los hutíes de una manera clara, pero en los últimos 10 años el apoyo fue lento y limitado”.
Y añade: “No hay indicios de que el gobierno de Irán vea a Yemen como una prioridad estratégica”.
“Si se busca el camino de la guerra, es probable que el conflicto se extienda durante años”, zanja.
Injerencias extranjeras
La interferencia exterior no es algo nuevo para Yemen.
En la guerra civil de 1960, el presidente egipcio Gamal Abdul Nasser envió a su fuerza aérea para ayudar a los republicanos contra los monárquicos, bombardeando con armas químicas.
Del mismo modo, Adén y sus provincias adyacentes fueron protectorados británicos hasta que éstos se retiraron en 1967.
Entonces el sur de Yemen fue gobernado por comunistas con el apoyo de la Unión Soviética, que además estableció bases en la zona.
Nuevamente, en la guerra civil de 1994, Arabia Saudita supuestamente dio apoyo a grupos del sur de Yemen que trataban, sin éxito, de abrirse paso por el norte.
Además, en los últimos 20 años, el Ejército de Estados Unidos mantuvo una pequeña y discreta presencia en el país, consistente mayoritariamente en entrenamiento y asesoramiento en la lucha contra el terrorismo.
Una presencia que terminó abruptamente después de que los militantes de Al Qaeda invadiesen una ciudad cercana a la base que utilizaban las fuerzas especiales de EE.UU.
“El verdadero peligro es la guerra civil”, dice un funcionario occidental de alto rango, que pidió no ser identificado.
Para las potencias extranjeras, involucrarse en un conflicto militar en Yemen no está exento de peligros.
Sería una guerra difícil y cara, las líneas de batalla son borrosas y no hay una estrategia de salida clara para ninguna de las partes.
BBC Mundo