Opinión. Gustavo Roosen: Otra vez el petróleo

Imposible pensar en la Venezuela del futuro sin repensar el papel del petróleo en nuestra vida como nación. En un ejercicio de diseño de escenarios con perspectiva de largo plazo sería un grave error no considerar los cambios que han ocurrido y seguirán ocurriendo en la economía mundial y muy particularmente en el sector energético. Productores y consumidores trabajan en estrategias de largo alcance. No hacerlo es abandonarse a la suerte, lo cual ha sido ya probado de manera más que suficiente, es condenarse al fracaso.

Si hubiera que resumir esos cambios habría que mencionar necesariamente, entre otros, la presencia de nuevos productores de hidrocarburos, el impacto de las nuevas tecnologías para el aumento de la producción, la desaceleración del consumo mundial como efecto de la desaceleración de las grandes economías, los avances en eficiencia energética y su efecto en la demanda, la presencia de energías alternativas, la creciente preocupación de la humanidad por el impacto ambiental manifestada en múltiples acuerdos internacionales y más recientemente en el firmado entre China y Estados Unidos para reducir los gases contaminantes para el año 2030. Todos estos hechos conducen a una doble advertencia: primera y más inmediata, los precios de los hidrocarburos se mantendrán en niveles más cercanos al umbral de rentabilidad; y segunda, y de más largo plazo, el peso de los hidrocarburos en la oferta mundial de energía tenderá a reducirse. Todo hace pensar que a partir del 2030 no habrá más crecimiento del mercado de hidrocarburos. En otras palabras, hacia el futuro, la disponibilidad de  petróleo y de gas en el subsuelo no garantiza riqueza ni tampoco desarrollo.

Las posturas observadas en la más reciente reunión de la OPEP, noviembre 2014, explican de algún modo el impacto de estos cambios. Algunos de sus miembros, los más influyentes, han optado por defender su cuota de mercado, renunciando al principio básico de defensa de los precios que dio origen al cartel. Arabia Saudita renuncia al papel de factor regulador o productor de balance. Esta función estaría en el futuro, según el analista Daniel Yergin (The New York Times, 23-1-215) confiada a Estados Unidos, ahora el mayor productor mundial de petróleo y gas. La decisión de la OPEP es la aceptación de que el cartel no puede controlar ya los precios y que su peso en el mercado se ha reducido sustancialmente.

Frente a las nuevas realidades del mundo energético cabe preguntarse qué harán los países con grandes reservas petroleras para utilizarlas productivamente y mantener su participación de mercado. Para Venezuela el tema no puede ser más importante. No solo requiere repensar la función del petróleo en su economía y en la cultura nacional, sino exige imperiosamente redefinir objetivos y líneas de acción. Lo sensato es no ubicar ni todas las estrategias ni todas las esperanzas en el alza de los precios, sino afirmarse como productor competitivo, seguro y confiable y, además, defender su espacio de mercado y ampliarlo.

Venezuela necesita de una nueva política de Estado en relación con el petróleo: realista, inteligente, de largo plazo. El futuro es de quien tenga más capacidad para adecuarse a los precios del mercado y proteja mejor su espacio de participación. Tener grandes reservas nunca fue suficiente. Ahora menos. Hace falta darles valor, lo cual no se logra sin tecnología, inversión, talento y gerencia. Es el momento de incorporar de manera seria a la planificación nacional las nuevas realidades del mercado y las consecuentes estrategias geopolíticas. Es aceptar que las estrategias del pasado no sirven más, que el negocio petrolero dejó de estar dominado por la OPEP. Es pensar en nuevas políticas para todas las fases del negocio: producción, comercialización, tecnología, inversiones, participación de terceros, legislación, sistemas impositivos. Resulta urgente hacerlo si no se quiere comprometer seriamente el futuro del país. Ya estamos tarde. Liberarnos de la dependencia petrolera pasa por repensar el mundo de la energía y nuestra posición en él como país.

Fuente: El Nacional

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